Estrategias y movimientos internacionales para la planificación de ciudades biofílicas, Pedro Calaza |
En 2011, Babatunde Osotimehin (UNFPA, 2011) afirmaba que el 31 de noviembre de ese mismo año ya habría más de 7.000 millones de personas en el mundo y que seguramente en 2024 habría 1.000 millones más…, y planteaba que en vez de preguntarnos si somos demasiados, deberíamos preguntarnos ¿qué puedo hacer yo para que nuestro mundo sea mejor? Quizás esa cuestión es la base inicial de esta conferencia y la búsqueda de soluciones a los diferentes problemas que se puedan plantear. Por tanto, las primeras preguntas que debemos formularnos son, en base a esos datos numéricos del crecimiento urbano:
En el año 1800 tan sólo había dos ciudades con más de un millón de personas, concretamente Londres y Pekín. Hoy en día existen 100 ciudades con más de 20 millones de habitantes que en su conjunto acomodan a 540 millones de personas. Sólo en Tokio viven casi 38 millones. Según el documento World Urbanization Prospects de las Naciones Unidas (2014), el 54% de la población mundial ya vive en las ciudades, en 1950 sólo era el 30%. Es decir, de 746 millones en 1950 hemos pasado a 3,9 mil millones. Steward T.A. Pickett, científico del Institute of Ecosystem Studies, pionero en el estudio de los LTER, ya comentaba en el prólogo del libro de Forman (2010, p. xiii) que se había acuñado el término primer siglo urbano: el siglo en el que los humanos han comenzado a ser numéricamente una especie urbana. Por su parte, el Dr. Walter Pengue (2014) habla de la aparición del denominado Antropoceno (introducido previamente por el Nobel Paul Crutzen en 2001), como fase siguiente al Holoceno, una segunda revolución demográfica, donde aparece el denominado Homo industrialis (Steiner, 2016). Según datos de la UNPD, la población en las ciudades aumenta vertiginosamente hasta alcanzar 70 millones de personas por año. De hecho, es una preocupación evidente y foco de reflexiones internacionales. En palabras de Forman (2010), en 2030, 5 billones de personas, sobre el 60% de la población mundial, vivirá en áreas urbanas; la UN fija en 66% ese valor en 2050. En la actualidad, en Europa occidental el porcentaje de población en las urbes ronda el 80%, en nuestro país el 79% (UN, 2014).
Este efecto es fácilmente visible en la evolución urbana de ciudades como Estambul, Las Vegas, Santiago de Chile, etc… En concreto, en Bogotá, según un estudio de Wessel (2012), en 1950 había 711.520 habitantes, en el 2.000 ya había casi 7 millones, el crecimiento es sorprendente. Todos somos conscientes de que son ciudades hipermasificadas, focos de contaminación, donde existe el efecto de “isla de calor”, donde hay incohesión social, como decía el famoso escritor y filósofo Thoureau las ciudades son sitios donde
y donde se detectan problemas y enfermedades. Ya en 1984, Anne Spirn afirmaba que en la década siguiente (años 90) se deberían tomar decisiones importantes sobre el futuro de las ciudades. Ahora, quizás, debemos plantearnos lo mismo, aunque 30 años después, en una sociedad de la información donde ya contamos con experiencias para poder consultar éxitos y fracasos, puede que podamos realmente encontrar las soluciones adecuadas a los problemas actuales.
Por todo ello, es preciso reflexionar sobre diferentes planteamientos integradores, ¿nuevos? Conceptos y sobre el futuro que deseamos, sobre ecología, medioambiente, calidad de vida, urbanismo o naturaleza, pero sobre todo en los escenarios más urbanos. Podríamos decir que es, en analogía a Charles Dickens, “un cuento de dos ciudades” una “ciudad buena”, que ofrece cultura, trabajo, un centro de oportunidades y una “ciudad mala” que genera incohesión, pérdida de contacto con la naturaleza, problemas de salud, etc… Somos conscientes de que la rápida urbanización ha causado que los entornos naturales hayan sido reemplazados con medioambientes modernos y se hayan generado graves y grandes repercusiones en salud pública y bienestar social, problema que se agrava en esas ciudades con gran densidad de población y poco espacio verde público. Si bien en el siglo XX se diseñaron las ciudades difuminando o borrando la presencia de la naturaleza, en el siglo XXI se apuesta por un enfoque totalmente contrario, se utiliza la naturaleza como elemento vertebrador y generador de servicios ecosistémicos y se aprende de ella. Ese enfoque debe aprovechar la oportunidad que nos brinda la psicológica, de nuestra necesidad de sentir la naturaleza. Dado que más del 54% de la población ya vive en las urbes, parece lógico afirmar que el primer contacto físico de muchos niños con la naturaleza es precisamente en las urbes y eso hay que aprovecharlo. Pedro Calaza, Doctor Ingeniero Agrónomo Escola Galega da Paisaxe, abril 2014 |
|
< Anterior | Seguinte > |
---|
Fundación Juana de Vega | Rúa Salvador Allende nº 92 | C.P.:15176 San Pedro de Nos - Oleiros | A Coruña - España